lunes, 12 de noviembre de 2007

Adios a Autobuses...



Llegamos a odiarla, a despreciar a su colaboradora Conda y a meternos en la cama en los fuertes brazos de Altaria y su vagón cafetería. Era sucia, oscura, fría, desorganizada, confusa, exasperante... Estaba llena de defectos, la previsión de un viaje hacía que se nos encogiera las tripas ante la perspectiva de tener que ir a ese terruño y te preguntabas por qué el resto de ciudades del Estado español (con perdón para los puristas) tenía una estación de autobuses en condiciones, con bancos para sentarse, paneles informativos, cafeterías confortables y en la que sabía cuál era tu autobús, mientras nosotros teníamos aquello.
Era horrible. Pero ahora no está. Y cómo ese compañero molesto del que te has acostumbrado, en su ausencia llega la nostalgia. La estación de autobuses de Pamplona ha cerrado sus puertas y no las volverá a abrir. Bueno, vale, antes del fin albergará la pista de hielo, pero luego está condenada a la demolición.
Y ahora llega a nuestra mente algún buen recuerdo, tirado en los escalones o en el suelo, porque no había ningún otro lugar donde sentarse. Se nos cae la lagrimilla, porque se le ha dado un final melodramático de esos de película


La mudanza de los gigantes y cabezudos a su nueva vivienda de protección oficial, con calefacción central, varios baños y vistas al Pan's & Company de reciente apertura. Fuegos artificiales a mansalva, txistularis, gaiteros, timbales, hasta una noria. Si no fuera porque se te elaban las nalgas bajo los pantalones parecía que fuera sanfermines.
Y os escribo esto a aquellos que no sois de pamplona. Porque todos la conocisteis y padecistes. Antes del tren, cogisteis el autobus. Salías diez minutos antes de la hora de salida de vuestras casas en iturrama y corrías a través de la Ciudadela llegando con los pulmones saliendoos por la boca. También a vosotros os tocó hacer esa primera practica de CIE en la cual, describiendo la estación de autobuses, escribir un relatillo. Aquel era el lugar en la cual, en nuestros tiempos mozos, aunque ya cumplidos los 18, nos congregabamos a sus puertas, más desconocidos que amigos por esos momentos, para irnos de botellón a la plaza de lo O. Porque ese era el único escenario que, con seguridad todos conocíamos. BOTELLÓN. ¿Dónde? A las 10 en autobuses y de ahí vamos. ¡Qué tiempillos!
Aún puedo ver las caras de la gente, esa señora mayor, aferrando con fuerza su maleta y mirandote con una mezcla de miedo y desconfianza, haciendote sentir un yonki desgarbado acechando a la presa para sustraer su maleta por el sistema del tirón. Pero yo lo único que hacía era sujetar con fuerza mi maleta y mirar con desconfianza al resto de la gente, incluso esa señora. Todavía recuerdo los rebuznos de los conductores, cuando te decían: "¡¡¡SIIII, este es el puto autobús que va a Madrid!!! ¡¡¡Lo he dicho ya 17 veces!!!". Y quien no recuerda ahora con humedad temporera en sus ojos aquel insoportable que se queaba dormido en tu hombro. O aquellas filas interminables, para que las diligentes dependientas de Conda, diversificando toda su irritación, desagrado e ineptitud ente su mirada y comentarios, despachando con la mayor lentitud del mundo a cada persona, a pesar de ver que la fila se perdía en el horizonte, que disfrutaban con malicia cuando se te escapaba el autobús y no te daban el billete. ¿Quién no recuerda aquel señor que te pedía los cambios del precio del billete? ¡Todo lo bueno se acaba!
La estación de autobuses a muerto. Descanse en paz.

2 comentarios:

ne dijo...

yo siempre albergaba el plan de pasar allí la tarde disfrazada de indigente y coger ideas para algún relato
supongo k en la nueva estación, estarán mal vistos y no tendrán dónde refugiarse en invierno

Virginia dijo...

Solo espero que vuestra nueva estación sea mejor que nuestra nueva estación. Como vosotros, también teníamos una de esas estaciones-garage, pero además con el añadido de que según tu destino tenías que acudir a una u otra cochera, todas ellas repartidas por diferentes puntos de la ciudad.
Todos esperábamos la INTERMODAL como agua de mayo, sobre todo los que viajábamos a menudo. Vivir la estación de Zaragoza y la de Pamplona en un solo día era toda una odisea, os lo aseguro. El nuevo espacio, con ese nombre rimbombante, tenía que ser algo casi interespacial!!
Pero llegó la inauguración, a medias, a unos días de las elecciones. Y sí, es lo peor que se ha hecho en la ciudad con diferencia. Vergüenza me da ir a buscar a alguien allí!! Y mala ostia acumulo a puñaos cada vez que tengo que pasar por allí para viajar a cualquier parte, porque eso de intermodal no significa otra cosa que tanto a buses como a trenes les precede el mismo sufrimiento, un mismo espacio desorganizado y tremendamente grande del que no puedes escapar, ya que ni siquiera está conectada como debiera con el núcleo urbano y los coches hay que dejarlos a un mínimo de 500 metros.
Así que después de esta experiencia, solo me queda añorar la vieja y cochambrosa estación antigua que latía cansada pero lúcida en el centro de la ciudad. Suerte, navarricos!!