Hoy he tenido un 'momento Trainspotting' de lo más desagradable. Desde ya aviso que este post puede herir la sensibilidad de la gente y puede provocar varias arcadas, incluso puede que solteis parte de la comida que esté dando vueltas en vuestros estómagos (antes eso, una norma muy práctica: apretad los dientes para quedaros con la sustancia).
Para dar una pista os he dejado la foto, y para más pistas os detallo: había un retrete y mucha mierda (literal), y si pensais en la escena os haréis una idea de por donde van los tiros. (¿realmente quieres seguir leyendo?).
Resulta que esta mañana me levanto, me voy desperezando por el camino y llego a la puerta del baño. Ocupado por mi hermana, que se está duchando. Así que voy al otro. Entro, cierro con pestillo, me siento en el trono y deposito desechos sólidos. (en serio, ¿por qué sigues leyendo)
Justo tiro de la cadena, ruido normal, ruido normal y, de repente... Duda. No suena como que se haya ido por el desague. Abro la tapa y... ¡premio! Ahí sigue, el agua hasta el borde (turbia y marrón, porque no habían sido solideces del todo), y con las deposiciones (os daréis cuenta de que el vocabulario intenta ser todo lo suave que puedo) flotando.
- ¡No vayas a ese baño, que está atascado!- oigo gritar a mi hermana.
- A buenas horas.
- ¿Qué has hecho?
- Pues cagar (esto no puedo rebajarlo, es la declaración tal y como se hizo).
- ¡Pues quitalo de ahí!
- Espera un poco, a ver si se va solo.
Pero nada. Media hora después eso seguía. El agua había bajado de nivel, pero poco, y la sustancia que nos preocupa seguía flotante. Alguien diría que maliciosamente sonriente (en plan, 'la que te espera chaval').
Abro las ventanas, para que se vaya yendo el olor, y procedo a la operación más asquerosa del día (diría de mi vida pero... ¡venga!, a quién queremos engañar).
Material: un cubo forrado con una bolsa de basura (que bajaré inmediatamente después de que termine), unos guantes de plástico, un colador (sí, un colador, no es coña), una cuchara de madera larga y estrecha (para llegar a los sitios más recónditos), un desatascador (de esos de ventosa, para ir a por los restos), y un bote de desodorante (para camuflar inutilmente el olor).
¡Y vamos allá! Manos a la obra, salpica, chapotea, feliz en el agua. Con el colador voy cogiendo los trozos más evidentes y visibles. El agua va bajando de nivel, momento que aprovecho para utilizar la cuchara de madera para ver si puedo llegar al origen del atasco (lo que saca más trozos que estabán escondidos en ese fondo impenetrable). Todo esto seguido de varias incursiones fugaces al lavabo ante una irremisible arcada que me iba subiendo por el esófago (sin llegar a vomitar).
Cuando ya sólo quedaba un asomo de charquito de agua, fue el turno del desatascador (el cual reveló más trocitos marronáceos y maliciosamente sonrientes que iba recogiendo con la cuchara de palo). Llegado este momento, el agua sobrante sigue turbia y sucia, pero gran parte del trabajo está hecho. Esta noche seguiré con un torno que he comprado en la ferretería. (¡Qué vida esta!).
Nota: Este post es absolutamente real. Su escritor les pide que no le pierdan por completo el respeto y no le relacionen con materias fecales u orines.
3 comentarios:
Retorno a mi asiento tras defecar (más bien a pastel que a rosca) y me siento en la obligación de solidarizarme contigo, aunque esta tacita adorable trague que da gloria...
Bestial, Jesús, matrícula para tu post. Estilazo!!
No eres más desagradable porque no puedes, tío. Así me gusta, que sigas manteniendo el nivel de cuando casi hacemos potar a Juli en la previa del concierto de Marea en el Anaitasuna.
Gracias por compartir lo bien que cagas, hijo.
Muy bueno, tío.
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