jueves, 20 de septiembre de 2007

EL MALVADO DUENDECILLO (2ª PARTE)

Sentados en el sofá, mis padres me observaban muy seriamente:

- Pedrito, nos has decepcionado, ¿cuantas veces te hemos dicho que no te inventes cosas?

- Yo... ¡¡¡Sólo quería ser famoso!!!

- Pues si quieres ser famoso, estudias Comunicación Audiovisual, pero no acojones a la peña con historias de monstruos.

Aprendida la lección, abandoné el tema del malvado duendecillo. Pero, una mañana, buscaba lagartijas en el campo del colegio con mi amigo Fede cuando, a lo lejos, vi al duende. Completamente vestido de negro, el enigmático ser daba saltitos entre la maleza. Me giré hacia Fede.

- ¡¡¡¡Fede!!! ¡¡Mira ahí, mira!!!

- ¿qué?

- ¿No lo ves? ¡¡¡El duende!!!

- Errrr... no lo veo

En cambio, yo lo vi perfectamente. Ese día no fue el día de mi extraño amigo Fede. Su momentazo llegó dos meses después. El día en el que Fede incendió el campo.

A las cuatro de la tarde, en aquellos inicios del estio, una llamarada cubrió el campo colindante al colegio, llenando de humo el patio. Los chavales de mi quinta nunca olvidaremos como llegaba el camión de bomberos, mientras gritábamos: "¡¡¡¡yeeeeeeeee!!!" Los críos, en general, disfrutábamos con las catastrofes que se provocaban en el colegio. El incendio fue sofocado y no llegó a ser un desastre ambiental.
Ahora, el director de primaria buscaba culpables. Era un señor calvo, estaba coloradísimo y parecía que le iba a reventar la cabeza.

- ¡¡¡¡¿¿¿qué ha pasado???!!! ¡¡¡¿¿qué coño ha pasado????!!!

- ... señor ... Fede ha incendiado el campo... echando un papel con fuego al trigal... - dijo el pelota de turno, mientras jugueteaba con la goma de su carpeta.

- Y.... ¿¿¿¿¿dónde está Fede????

Y es que Fede había desaparecido. En toda la tarde, nadie lo vio. Pero yo sí que lo vi. Entonces, yo era un niño muy piadoso y me había ido al oratorio del colegio (también llamado "capilla"). Y, en el inmenso habitáculo, estaba Fede. Allí, completamente solo, en el primer banco. Me acerqué a él. Fede miraba fíjamente hacia el sagrario y ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. En la cara de Fede, contemplé una sonrisa triunfal.

1 comentario:

Sonia dijo...

Rediós!! Pero tú de pequeño fumabas algo???? Y Fede qué se metía?? ¿Qué ha sido de él?? La historia de ese tío sí que es inquietante...