domingo, 1 de febrero de 2009

¿Tocar madera?

Nunca he sido una persona supersticiosa. No creo en que pasar por debajo de una esaclera traiga consigo mala suerte, ni que se cruce un gato negro, ni limpiar la mesa con servilletas de pepel, ni tirar la sal, ni los martes y trece, ni romper un espejo, ni brindar sin mirarse a los ojos, ni abrir un paraguas en el interior de una casa, ni cruzarse con un pelirrojo sin tocar algo blanco a la vez… NADA. ¿Y sabéis por qué? Porque la mala suerte está ahí SIEMPRE, acechando, esperando un momento crucial para cebarse contigo. No importa que sea martes, sea viernes, te hayas despertado con el pijama del revés o hayas pisado un buen zurrute (lo cual puede dar toda la suerte del mundo, pero no pienso hacerlo a idea jamás). Está en la sombra, vigilando, esperando paciente su turno.

Ya ha llegado su momento y lo ha disfrutado al máximo. “Al que madruga dios le ayuda”. ¡Y una mierda! Como todos los domingos, me he levantado a las 6.30 de la mañana, he visto el panorama callejero en el que los nocturnos retornan a su letargo con serias dificucltades para mantenerse en pie. He llegado al trabajo, he hecho frente a mis obligaiones, he sufrido para tener algo que contar durante media hora en un domingo soso de narices, pero cuando llegaba el momento, llega el mallorquín de la raquetita mágica y se dispone a acabar con el campeonísimo llorón, muuuuy lentamente. Resultado: “No tenéis informativo, habéis trabajado un grandioso domingo para nada”, nos ha comunicado la suerte en la voz de un redactor madrileño.
“Bueno, la tarde será otra cosa”, he pensado inocentemente. Pero una vez más, la suerte iba a sorprenderme. He llegado a casa muerta de hambruna y me encuentro con la mejor sorpresa del día, la que la suerte ha decidido brindarme como traca. Un desgraciado, probablemente alcohólico desfasado amante de la velocidad, se ha estrellado esta misma noche contra mi coche, correctamente estacionado. Ni una nota, ni rastro de su hazaña, a excepción de mi rueda reventada, el lateral rallado, el retrovisor y el parachoques delantero colgando.
¡Oh, suerte! ¿ Qué te he hecho yo para ser hoy tu juguete? Pero no tenía suficiente, tenía que hacer que lloviera para que fuese a la estación de tren, con más de un resbalón, tenía que partir el mango de mi paraguas en un movimiento en falso, tenía que evitar que los conductores de los autobuses me abrieran la puerta llenando el vehículo de viajeros que no estaban dispuestos a pasar a la plataforma trasera.
Y me pregunto: “¿Qué otra sorpresa tendrá mi “amiga mala suerte” en mi trayecto de vuelta a casa cuando salga del trabajo?”. Eso sólo lo sabe ella, la maldita y retorcida mala suerte.
No, nunca he sido supersticiosa. Ni lo seré.

3 comentarios:

TXAPA dijo...

Vaya Viky, si que has tenido el día perfecto. Sólo faltaba que tuvieras la nubecilla de lluvia encima todo el rato, lanzándote de vez en cuando un rayo al paragüas.
¿Y por lo demás qué tal? Muahahahahaha!!!!

Pedrito dijo...

Joder, chica, y que lo digas. y el cabrón ese que te ha jodido el coche... habría que colgarlo

Pedrito dijo...

Otra cosa, acabo de ver el vídeo de Wyoming gritando a una becaria, ¿creeis que será real?
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/02/02/television/1233574486.html