El ser humano por definición, y no importa el sexo del que estemos hablando, está predeterminado a competir los unos con los otros. Está impreso en nuestros genes y no hay manera de librarse de esa necesidad. Hay que competir constantemente. En cualquier cosa: formas, tamaños, colores, densidad, sabor, estética... Todo.
Pero aunque esa necesidad de competir es innata en todos los seres humanos, eso no significa que todos compitan de la misma manera. ¿Por qué llevar el mismo conjunto o vestido que otra persona en una fiesta, boda, gala, evento... es un trauma para los especímenes humanos femeninos? Por la razón de que ello les convierte en rivales durante toda la noche que dure el evento. A quién le queda mejor, quien lo luce más, "a mi no me hace el vuelo que le hace a ella, espero que no lo noten"... Sin embargo, los ejemplares masculinos no ven como tema de competición la similitud en la indumentaria, de hecho se convierte en un tema de chanzas mútuas y de risas amistosas. Sí en cambio, la noche se convierte para ellos en una competición de ingesta de alimentos (en el primer término de la noche) y de ingesta de líquidos alcohólicos (más en el segundo tercio del evento).
Que estamos destinados a competir entre nosotros hasta el fin de nuestros días lo demuestra un hecho tan común como orinar (o migitar, mear, hacer pis...). Parece que con el siglo XXI hemos superado la competición longitudinal (a ver quien la tiene más larga), debido a un pudor a que se nos reconozca como un miembro del colectivo gay (sea ideológica, fisica, sexual, nutritiva, gneosológica, social o demograficamente). Hemos pasado de la medida a la duración. Hemos rechazado la competición visual por la auditiva. ¿Quién aguantará más meando? El chorrito nos lo dice. Desde el comienzo impetuoso con la consiguiente despresurización de la vejiga y un descenso en la presión de la orina hasta llegar a los tres o cuatro coletazos finales.
La competición es clara: llegan dos hombres al baño. Lo principal es la reacción en la salida. Uno puede llegar hasta estallar y desfogarse con fuerza como si pretendiera abrir las aguas del Nilo de un chorretón (malo, porque soltar tanta cantidad de orina en tan poco tiempo conlleva un vaciado vejigal que reduzca el tiempo de competición). Está al que no le sale ni pa'trás y el compañero de al lado escucha sus gemidos apagados en su intento por provocar la llegada del torrente de pis. Es aconsejable en estos casos acompañar los empujones de vejiga con imágenes sugerentes de dulces cascadas o gráciles fuentes. Hay que tener en cuenta que la tardanza en empezar penaliza en las reglas no escritas y nunca dichas de la competición urinaria.
Al terminar, el ganador se sube la cremallera con orgullo y sale con alegría del baño, mientras el perdedor retarda su salida de los urinarios lavandose las manos con insistencia.
Estamos predeterminados a competir, es ley de vida.
P.D. Vir y su "no-novio" (amigo especial, con derecho a mucho roce... o como coño quiera denominarlo), cayeron 6-1 y 4-1 contra mi persona, en un cubateo sin precedentes el Día de San Patricio. Es lo que pasa cuando se acostumbra una vejiga a dos litros de kalimotxo viernes y sábados desde los 15 años.
Pero aunque esa necesidad de competir es innata en todos los seres humanos, eso no significa que todos compitan de la misma manera. ¿Por qué llevar el mismo conjunto o vestido que otra persona en una fiesta, boda, gala, evento... es un trauma para los especímenes humanos femeninos? Por la razón de que ello les convierte en rivales durante toda la noche que dure el evento. A quién le queda mejor, quien lo luce más, "a mi no me hace el vuelo que le hace a ella, espero que no lo noten"... Sin embargo, los ejemplares masculinos no ven como tema de competición la similitud en la indumentaria, de hecho se convierte en un tema de chanzas mútuas y de risas amistosas. Sí en cambio, la noche se convierte para ellos en una competición de ingesta de alimentos (en el primer término de la noche) y de ingesta de líquidos alcohólicos (más en el segundo tercio del evento).
Que estamos destinados a competir entre nosotros hasta el fin de nuestros días lo demuestra un hecho tan común como orinar (o migitar, mear, hacer pis...). Parece que con el siglo XXI hemos superado la competición longitudinal (a ver quien la tiene más larga), debido a un pudor a que se nos reconozca como un miembro del colectivo gay (sea ideológica, fisica, sexual, nutritiva, gneosológica, social o demograficamente). Hemos pasado de la medida a la duración. Hemos rechazado la competición visual por la auditiva. ¿Quién aguantará más meando? El chorrito nos lo dice. Desde el comienzo impetuoso con la consiguiente despresurización de la vejiga y un descenso en la presión de la orina hasta llegar a los tres o cuatro coletazos finales.
La competición es clara: llegan dos hombres al baño. Lo principal es la reacción en la salida. Uno puede llegar hasta estallar y desfogarse con fuerza como si pretendiera abrir las aguas del Nilo de un chorretón (malo, porque soltar tanta cantidad de orina en tan poco tiempo conlleva un vaciado vejigal que reduzca el tiempo de competición). Está al que no le sale ni pa'trás y el compañero de al lado escucha sus gemidos apagados en su intento por provocar la llegada del torrente de pis. Es aconsejable en estos casos acompañar los empujones de vejiga con imágenes sugerentes de dulces cascadas o gráciles fuentes. Hay que tener en cuenta que la tardanza en empezar penaliza en las reglas no escritas y nunca dichas de la competición urinaria.
Al terminar, el ganador se sube la cremallera con orgullo y sale con alegría del baño, mientras el perdedor retarda su salida de los urinarios lavandose las manos con insistencia.
Estamos predeterminados a competir, es ley de vida.
P.D. Vir y su "no-novio" (amigo especial, con derecho a mucho roce... o como coño quiera denominarlo), cayeron 6-1 y 4-1 contra mi persona, en un cubateo sin precedentes el Día de San Patricio. Es lo que pasa cuando se acostumbra una vejiga a dos litros de kalimotxo viernes y sábados desde los 15 años.
6 comentarios:
Ey, Txus, pensaba que ibas a publicar la segunda entrega de "los malos del cuento"!
Esa competición no tiene ningún mérito... Lo bueno es, como hace un conocido mío al que pillaron una vez orinando en la calle, MEAR ANDANDO Y SIN MANCHARSE. ¡Es-pec-ta-cu-lar, jugón, jugón!
Tu competi favorita no es quien mea más rato, sino quien aguanta más sin mear. Todavía sigo flipando. Yo 6 meadas, chechu 1, tras un rosario de cubatazos!!!
MI MÁS SINCERA ADMIRACIÓN.
Es que Hesú es estrechito de caderas
tengo amigos k han logrado mear en un concierto lleno de gente, andando, sin manchase y sin manchar a los flipados ke le mirábamos mientras el resto de los asistentes ni se percataban
y otro en medio de la final de la copa en la plaza el castillo, pero a ese le hicimos corro
yo en san fermines en la eskina de un bar del no lograba salir (no fui vista ni fotografiada, josemi, no busques pruebas)
pa chula, chula...
si es k soy de un guay...
es k lo de txusi me da envidia, yo meo cada 10 min durante lo menos 3 minutos y me pierdo muchas cosas
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