Vámonos de pintxos

¡Ya vale de conversaciones imposibles con calvicies incipientes o ñoñerías nostalgicas aderezadas con copos de nieve! (que igual ahí en Zaragoza han caido suavemente y en vertical, pero aquí, en la vieja Iruña, han caido a mala hostia, con un viento huracanado que te clavaban los malditos copos en toda la cara).

Todos tenemos nuestras paranoias interiores pero yo me he perdido una oportunidad única, que ya nunca volverá. Me he perdido la Semana del Pintxo porque nadie quiso venir conmigo (por eso y porque es muuuuuyyyyyyyyy caro).

Mirad la foto: "Tulipa de tomate rellena de brandada de bacalao" y "Buñuelo de manzana y foie sobre teja de nuez y boina de hongo beltza caramelizada". Madreeeee, qué hambre.

Porque por esos lugares por donde se moveran ustedes se "saldra de cañas" o "de poteo", "aquí se sale de pintxos" (bueno, aquí y en el País Vasco... ¿anexión? ¿organo común permanente? ¿fin de los fueros y una comunidad independiente, diferenciada...? ¡No, coño! Sólo salir de pintxos. Joder, qué lastima [como diría Cálico Electrónico]).

Y si alguno dice: "Aquí también tomamos pintxos", no me vengan con sus tortillas de patata o los cacahuetes gratis. Aquí con estilo, por una pasta, cierto, que te duele el bolsillo y lo comes a mordiscos de ratoncito pérez para que dure lo máximo posible, pero con estilo.

Me quiero ir de pintxos... Pero nadie se apunta. Que si la novia... Que si la alopecia... Qué si me voy a Barcelona para no volver más... bueno si vuelvo... ¡Qué hostias! ¿Dónde ha quedado la pregunta retórica más frecuente de los jueves. "¿Hoy se sale, no?".