Como muchos de los “relatos acojonantes”, éste tiene lugar en una villavesa. Ya sabéis que las villavesas tienen hileras de parejas de butacas y que, al fondo del autobús, suele haber dos hileras que están frente a frente, creando un conjunto de cuatro asientos que se encuentran mirándose entre si. Bien, pues el otro día, con muy buen ojo, me senté en frente de una rubia. Me saqué un informe sobre la fiscalidad norteamericana y me puse a leer durante el viaje (para hacerme el interesante).
Entonces, llegó un tipo que quitaba el hipo. Un tío siniestrísimo que, si Rambo lo hubiera visto, se habría bajado en la siguiente parada. Tenía una camiseta de calaveras, botas militares y… glup… la cara quemada. No sé explicar bien su aspecto pero, creedme, daba mucho miedo. Como no, se sentó a mi lado. Yo, inquieto, hice de tripas corazón y seguí leyendo el ilustrado informe. En esas, que el tío se me pone a hablar:
- Tú… eh, tú.
- …. ¿es a mí?
- ¿Cuánto hay de aquí al hospital?
- … um… 10 ó 15 minutos.
- Vale
Bueno, no había sido tan difícil. Pero, al rato, vuelve a llamar mi atención.
- Me han sacado del trabajo, tú
- ¿cómo?
- Del trabajo
- Ah.. sí… del trabajo, vale
- Han ingresado a mi suegra.
- Ah
- Y me han sacado del trabajo
- Ah.. vaya
- Mira, mira
El tio extiende sus manos, las tenía llenas de cicatrices, que yo identifiqué como quemaduras. El grado de mi acojono se incrementó exponencialmente.
- Mira como tengo las manos.
- … errr …jodé
- Y el cabrón del jefe no me ha querido llevar en su coche.
- … aja
Quedaba una butaca libre entre las cuatro plazas. Llega un tipo muy raro, alto, con una gabardina en plan detective y, lo mejor de todo, ¡con la cara llena de espuma de afeitar! Se sienta con nosotros. (CONTINUARÁ)
Entonces, llegó un tipo que quitaba el hipo. Un tío siniestrísimo que, si Rambo lo hubiera visto, se habría bajado en la siguiente parada. Tenía una camiseta de calaveras, botas militares y… glup… la cara quemada. No sé explicar bien su aspecto pero, creedme, daba mucho miedo. Como no, se sentó a mi lado. Yo, inquieto, hice de tripas corazón y seguí leyendo el ilustrado informe. En esas, que el tío se me pone a hablar:
- Tú… eh, tú.
- …. ¿es a mí?
- ¿Cuánto hay de aquí al hospital?
- … um… 10 ó 15 minutos.
- Vale
Bueno, no había sido tan difícil. Pero, al rato, vuelve a llamar mi atención.
- Me han sacado del trabajo, tú
- ¿cómo?
- Del trabajo
- Ah.. sí… del trabajo, vale
- Han ingresado a mi suegra.
- Ah
- Y me han sacado del trabajo
- Ah.. vaya
- Mira, mira
El tio extiende sus manos, las tenía llenas de cicatrices, que yo identifiqué como quemaduras. El grado de mi acojono se incrementó exponencialmente.
- Mira como tengo las manos.
- … errr …jodé
- Y el cabrón del jefe no me ha querido llevar en su coche.
- … aja
Quedaba una butaca libre entre las cuatro plazas. Llega un tipo muy raro, alto, con una gabardina en plan detective y, lo mejor de todo, ¡con la cara llena de espuma de afeitar! Se sienta con nosotros. (CONTINUARÁ)
1 comentario:
¿Eu? ¿Esto ha sido un sueño, un producto de tu imaginación o de verdad ha pasado? Me ha descolocado el colega de la gabardina... CON LA CARA LLENA DE ESPUMA DE AFEITAR!!
Que siga el relato, por favor!!
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