Esta mañana he vuelto a ver en la villavesa al “enano cabrón” (véase post de… no recuerdo cuando… era el post en el que hablaba de ese tipo bajito y feo que se rió de mí, chuleándose con tres tías). Creo que no captó mi mensaje cuando me encontré con él en los vestuarios de la piscina, porque ha vuelto a aparecer en mi camino. Bien, pequeño hombrecito, te lo dejaré bien claro, a ver si así evito verte el careto de nuevo.
Tranquilo, no te voy a amenazar con patearte el culo. Por dos motivos: uno, porque ya te he perdonado la bravuconada que te marcaste con las guarras de tus amigas; y dos, porque, en el fondo, me das pena. Pero escucha una cosa, cuando me veas, no me mires y, sobre todo, no me mantengas la mirada. No me des a entender que vas a desafiarme, no vaya a ser que tengamos alguna palabrita fuera de tono. No me caes bien, sé que no te caigo bien. Intentemos convivir con ello y evitarnos en la medida de lo posible.
Eso quiere decir que recuerdes cuáles son mis horarios y no coincidas conmigo en el autobús. Otra cosa te voy a reconocer, he oído alguna de tus conversaciones. Lo siento, es un poco de juego sucio, pero no lo he podido evitar. El caso es que he podido averiguar algo más sobre ti. Incluso creo que ya sé donde trabajas y la verdad es que tampoco me gusta.
Por cierto, sigo sin saber por qué te cachondeaste de mí y, sobre todo, qué coño les decías a tus amiguitas que era tan gracioso. De hecho, no tienes ni pizca de gracia. La tía a la que estabas rallando la oreja el otro día, te seguía el rollo por compromiso y, ¿sabes otra cosa? tu tono de voz denota algún problema mental. Y, por último, ¡¡¡¡deja de llevar esas putas gafas!!!
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