miércoles, 6 de junio de 2007

CARAMELOS Y MOCOS (1ª parte)

Entre a nuestro bar, alegre viandante, donde todo el mundo es de la casa. Acomódese y escuche la increible y espeluznante historia que nuestro parroquiano Pedrito va a contarnos. Venga, una copita más, Pedrito... somos todo oídos.

... buuurp. bueeeeno... la contaré... maldito duendecillo rosa (hip). Resulta que el otro día me metieron un marrón en la empresa, me mandaron a comprar caramelos ¿Te estás riendo, maldito hipopótamo amarillo? Ah, vale.

Nunca se lo he dicho a nadie, pero odio comprar en las tiendas de chucherias. Más que nada porque soy muy malo en los cálculos. Es decir, quiero cogerme un kilo de gusanitos y cojo 20 gramos. O quiero 20 gramos de pandilla drakis y cojo tres toneladas. Vamos, que siempre lo paso fatal a la hora de pagar.

Total, la orden era clara: "Pedrito, compra un kilo de caramelos Solano. Si no lo haces, las consecuencias serán funestas". Así que me fui a la tienda, vestido con mi americana (¿han probado a entrar en una tienda de chuches vestido con americana? ¡Es como ir a una Herriko Taberna disfrazado de José Antonio Primo de Rivera!).

Saludé al dependiente y pensé: "¡Vaya, no es la típica tía buenorra que es dependienta de tienda de chuches!". Y me acerqué a la vitrina de caramelos Solano (chiananananaan). Mientras iba metiéndolos en la bolsa, lo pasaba fatal. El dependiente no paraba de observarme (seguramente, por mi americana, pensó: "este es El Solitario, que se ha pasao a atracos menores... ¡fijo!"). Con los nervios, los caramelos no me entraban en la bolsa y se me caían a la vitrina de los maízes inflados... qué vergüenza, madre, iba cogiéndolos con la mano y metiéndolos en la bolsa.

En ese momento, entró un grupo de pandilleros adolescentes. De estos que, en las pelis ambientadas en la América de los 50, pegan una paliza al chico negro y se suben a una furgoneta mientras gritan: "¡Ujuuuuuu!". Siento que los pandilleros me observan. Me pongo nervioso y una voz resuena en mi cabeza: "las consecuencias serán funestaaaaaaaas".

Nada peor podía pasar, pero ocurrió. La gran hecatombe. Un picor en la nariz me provocó el mayor estornudo de la historia. Fue como un holocausto nuclear. Fue un estallido de color verde.
Mocos, mocos y mocos. Era como hacerle la cama a Alien. Ahí, en medio de la tienda, sin clínex, sin nadie a quien acudir, sin nadie a quien culpar... solo ante el infortunio (continuará)

3 comentarios:

Sonia dijo...

Diosssssss... Eso me recuerda al cole... Mi compañera de al lado estornudó, se miró la mano y... SE LO COMIÓ!!!!! Se relamía la muy guaaaarrrrrrrra. Sigo teniendo pesadillas con aquello, sniffffff.

Virginia dijo...

Gracias a los dos por estas guarradas mañaneras. "Deseando" estoy que llegue la segunda parte!!
Entre las flatulencias de Jesús y esto...

Sonia dijo...

Tú calla, que trabajas con un ñu!!!!