lunes, 22 de marzo de 2010

Un paisaje sonoro por descubrir (2)

Seguimos con las andanzas sonoras de Chechu (a.k.a. Yisus; a.k.a. Txus).

CAPITULO 2: La intervención


Como ya decíamos, después de acudir a la médico de cabecera y a dos especialistas, el diagnóstico fue: otoesclerosis, que suena a enfermedad mortal del sudeste africano, pero que, realmente, es una enfermedad congénita (vamos, que tengo acojonadita a mi hermana, desde que se lo dije) en el que el iPod no tiene nada que ver (chúpate esa, médica de cabecera). Hablando en plata consiste en que, desde mi más tierna infancia, uno de los huesecillos del oído (el estribo), crece más de la cuenta, de manera que no vibra como tiene que vibrar, y no transmite el sonido como tiene que transmitir. Vamos que estaba teniente y, a largo plazo, sordo perdido por la izquierda. Intervención: prácticamente rajar, abrir, quitar el estribo, reponerlo con una prótesis y cerrar. Os dejo el vídeo con una intervención de estas… a ver quién es el valiente. Yo no me he atrevido a verlo.



Y llegamos al 19 de enero de 2010, la fecha elegida para mi intervención. “Una intervención sencilla que no va a exigir ingreso. Preséntese a las 8 de la mañana en la UCASI del Hospital de Navarra”. UCASI significa Unidad de Cirugía y Anestesia Sin Ingreso… pero a mí me sonaba como “¡¡¡Uuuuuuuyyyyy… casi!!!, menos mal que lo hemos recuperado a tiempo. Ya no nos queda presupuesto para las denuncias por negligencia”.
Según el folleto informativo que me dieron (en los cuales me decían de ir en ayunas, bien aseado, no llevar joyas y no conducir… Así que: aseo [correcto], joyas [¿me están llamando algo estos cabrones?], no conducir [no carnet, no party], no desayunar [no problems hasta que te das cuenta que no vas a ingerir nada sólido hasta las tres de la tarde]), decía que me presentará media hora antes de la hora estipulada. “¿Así que voy a las 7.30?”, pregunté. “Ven si quieres… pero no va a haber nadie”. Y, tate, no había nadie. Comenzaron a aparecer almas a las 7.50 (¿alguien ha dicho la palabra “funcionario”? No seré yo).

Llegamos a la primera complicación del día. El que tiene las llaves de la UCASI no está, así que esperando fuera, junto con un matrimonio entrañable de ancianos dedicados a su más que loable función de copar los servicios sanitarios públicos. Cuando ya estaban por empezar a ponerme el vial en el brazo en el mismo pasillo, ya abrieron la puerta. No sé si por el sistema de patadón o ya encontraron al gracioso de las llaves.
- ¡Vamos! Pónte en bolas, tapate con esta sutil pieza de gasa que vamos a llamar, por ponerle algún nombre, bata; colócate un gorro de ducha y estas bolsas de basura del Mercadona en los piés- sentencia la enfermera.
- Pero lo que me opero es la oreja. No hay necesidad ir en plan peli porno.
- ¡Ponte la puta bata y vamos!
- Bueeeeeeeeeeeeeenoooooooooo… pero se nota como una brisa fría por la zona del culete.
- Eso es porque te lo está viendo todo el mundo… saluda a las estudiantes del MIR y ponte esta otra pieza de gasa, llamémosle “segunda bata” [Nota del Autor: gran invento, hay que reconocerlo], cuya única función es taparte el culo.
Humillado, vencido, aunque consolado tontamente al ver que la señora mayor que esperaba conmigo estaba igual (aunque con una perturbadora cara de felicidad… no era su primera vez), me echaron en una cama. Al subirme las sábanas comprobé que las piezas de gasa llamadas “batas” se me había puesto a la altura de la cintura, con lo cual ahora era una fina sábana la que evitaba exponer los colgajos a toda la comunidad médica.

Prueba superada… ya estaba dentro. Pero quedaba todavía mucho por delante.

domingo, 14 de marzo de 2010

Una reflexión

A veces me planteo recuperar una de las ilusiones de mi adolescencia: intentar escribir un libro. Pero me asaltan las dudas. ¿Sobre qué puedo escribir? ¿Seré capaz de darle un sentido completo a un documento para el que se necesiten más de dos minutos de lectura? ¿Redactaré algún texto inteligible que no tenga caducidad mañana por la mañana? Y lo más importante, ¿suscitaría el interés de algún lector?
Y la respuesta que me autodiagnostico es que, sin saber cómo ha ocurrido, ahora me falta imaginación, originalidad, y sobre todo, prosa.
Recuerdo los tiempos en los que cualquier ejercicio de redacción era un placer y finalizaba con una enhorabuena o un sobresaliente. Pero eso era antes, cuando me sobraba la inventiva, la ilusión, las formas, las metáforas…
Estoy tan acostumbrada a escribir yendo al grano, sin detalles inútiles, sin poesía, sin adornos, y siempre pensando en lo efímero, que me cuesta horrores volver a aquella etapa.
Y adoraba escribir, y tenía un diario, y escribía cartas manuscritas, con su sello, con su sobre y con sus hojas de cuaderno cuadriculadas…