Hemos vuelto

Unos vuelven por Navidad como el turrón del Gaitero, otros de malas maneras, como 'Humor amarillo' y otros que llevan volviendo desde antes de que, quien les habla, fuera un pensamiento de alguna neurona excentrica en la mente de sus progenitores.
Estamos en San Fermín. ¡VIVA SAN FERMÍN! ¡GORA SAN FERMÍN! Y todas esas cosas. Y ya los días previos uno que ha vivido aquí toda su vida (o como se dice más tradicionalmente: 'toda la puta vida'), empieza a notar como le cambian los regustos en sus ánimos. Las apreturas en el autobús dejan de ser un: 'serán cabrones, como me pises te mato, ¡y no me pongas el puto sobaco en la cara!'. Ahora se convierte en la alegría de las fiestas y el calor humano. Una jota navarra era ruido, pero ruido del malo, ese ruido que hacen los más mayores de la ciudad cuando su piel se ha teñido de rosa y rojo, el mismo color que el vinarro que se acaban de pimplar a garrafas, y se ponen a berrear las jotas tradicionales. Esas que serían como el 'Uguamaqueño', 'la gasolina' o las 'zapatillas' de nuestro tiempo... Nadie les dice que no se pongan nostalgicos. ¡Si, hombre, si! Claro que sí. Pero no me lo grites al oído. Pues resulta que ahora uno escucha el 'Vals de Astrain' interpretada por los Iruñako, y se te erizan los pelos del cogote y las nalgas se ponen en tensión. Los huevos se te hinchan de foralina y crece en ti un sentido patrio que no sabías que tenías. ¡Qué coño! Vas gritando por la calle: Soy navarro. Porque nacionalismos habrá muchos y de Navarra se dirá lo que quiera. En Navarra no se trata de nacionalismo o patritismo, sino de Navarrismo. MIS Fueros, MIS fiestas, MI patxaran y MIS cogollos de Tudela. La gente es asin. No les mentes el encierro que se hinchan como globos.
Otra cosa. Hay una serie de reglas indispensables en sanfermines.
1) El cartel de las fiestas es feo. Siempre ha sido feo y siempre sera feo. Lo haga Urmeneta, la vecina del sexto o Velazquez. Siempre será feo. Y si no, juzguen.



2) Lo que pase en los sanfermines no sale de los sanfermines. Y es que estas fiestas son muy peculiares. Consiguen que durante 9 días, la ciudad más muerta y más aburrida del mundo, se llene de gente, que esta multitud se coordine para vestirse igual, que todos se lleven bien y que puedas ser amigo de cualquiera... Pero estrictamente dentro de ese periodo de 9 días. El 15 de julio... aquí no ha pasado nada. Aquel con el que hace menos de 24 horas te declarabas amistad eterna, te dirige un discreto "epa" en el autobús, y sigue su camino. Has podido correr desnudo por la Plaza del Castillo, pegarte de lenguetazos con cualquier tipa, haberte subido a un arbol y gritado a lo tarzan, y peor, haber pasado los 9 días con un sombrero de paja en tu cabeza. Eso se olvida el día 15. No ha existido, nunca ha pasado. Se comentará en circulos reducidos de forma clandestina, la gente se lanzará miradas cómplices las primeras semanas. Pero luego olvidará. Y esas memorias sólo regresarán a su mente el 6 de julio, cuando el ya falta menos se ha convertido en un nuevo txupinazo lleno de música, risas, alegría, pero, sobre todo, mierda... mucha mierda.

Y estas son mis reflexiones. "Hace mucho que no escribes", me decía. Pues toma ya. Aviso que estoy reuniendo material para publicar un post post=sanferminero (valga la redundancia). Si estas cerca de mi objetivo, aviso, eso de "borralo que salgo fatal" no sirve. Me he propuesto dejar para la posteridad estos sanfermines.